Los espectros deciden aparecer en lugares específicos recordándonos la montaña, el rio, la piedra; nos resaltan con su difusa aparición la importancia de lo "no-vivo" existente. Estos lugares donde se aparecen, más allá de tener un juicio de aparentes opuestos (entre bien y mal) son espacios que albergan misteriosas fuerzas que se arraigan a la oralidad y a la cultura, son lugares de dilataciones metafísicas sobre las cuales seguimos depositando nuestra mirada; los aparicionistas entonces, parecieran decirnos que no olvidemos nuestro entorno, que no olvidemos la montaña, que no la determinemos bajo criterios impropios, de paisaje, de mapa, de topografía. En cambio nos invitan a que mantengamos su inquietante misterio entre lo oculto y lo aparecido.
Texto María Isabel Rueda.